Algunos lo hacen por necesidad, otros para demostrar que son los más especialitos, y sin duda, muchos artistas piden cosas estrafalarias en sus camerinos para medir la paciencia de los organizadores de festivales. Agua embotellada de las Islas Fidji, los champanes más caros del mercado, barritas energéticas de importación, cremas fabricadas con áloe vera del Pacífico sur… Lo normal es que la organización trague y asuma la excentricidad de sus contratados, pues un artista insatisfecho puede no salir a actuar, y eso cuesta muy caro.
En la presente edición del Festival Internacional de Benicasim, sin embargo, los músicos han sido bastante considerados, según los propios encargados de cumplir todos sus deseos. La tradicional imagen post-botellón que durante décadas ha decorado las estancias de los rockeros ha sido cortada por lo sano por varios de los cabezas de cartel de este FIB, que al parecer han decidido cuidar un poquito su salud. My Bloody Valentine, Róisín Murphy y Tricky han pedido comida vegetariana en abundancia para salir al escenario con el estómago bien equilibrado, igual que la estrella principal del evento, el cantautor y poeta canadiense Leonard Cohen, que ha marcado la diferencia —tenía que hacerlo— solicitando unas onzas de chocolate negro, cardamomos, almendras y zumos, todos ellos obligatoriamente biológicos, para deleitar su paladar de forma sostenible. El otro ecologista en Benicasim es Morrisey, que ya advirtió de que si se encontraba con algo realizado en piel en su camerino, no actuaría.
En el reciente Rock in Rio de Madrid algunos artistas también demostraron ser gente preocupada por su alimentación, como Sting, que pidió un menú carcelario a base de arroz integral, pescado blanco, y sopa fría. Los más frikis fueron los británicos Franz Ferdinand, que pidieron media docena de calzoncillos y ocho medias, supuestamente para lucirlos sobre las tablas, pero nadie los vio de tal guisa.
Ya se sabe que los niños son muy caprichosos, y la más clara representación del sector infantil en estos macroconciertos veraniegos la protagonizan los alemanes Tokio Hotel, que en Madrid quisieron rodearse de pasteles, tartas de chocolate y peluches —muchos de ellos regalo de sus fans adolescentes—. Ni una gota de alcohol.

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